
Keith Moon’s f...
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Hacia 1965 y con diecisiete años cumplidos, el futuro guitarrista de Black Sabbath, Tony Iommi, trabajaba en una fábrica de chapas de acero cerca de su domicilio en Birminghan.
Y justamente al llegar el último día en el que trabajaría en la misma, Tony tuvo un accidente que le ocasionó la pérdida de parte de dos dedos de su mano derecha (el es zurdo). Su pensamiento inmediato -y con confimación médica- fue que no podria volver a tocar a guitarra. Sin embargo, y aunque resistiéndose incialmente, Tony escuchó un disco que un compañero de la fábrica le llevó de un músico llamado Django Reinhardt. El sonido del guitarrista le gustó mucho a Iommi y fue entonces cuando su compañero le dijo que el mismo solo tocaba con dos dedos de su mano izquierda, producto de graves quemaduras que Django había sufrido tiempo atrás en un incendio. Eso le dio a Tony el impulso necesario para no darse por vencido y fue así como intentó seguir tocando la guitarra, pero ésto le causaba inicialmente mucho dolor dada su situación.
Entonces decidió hacerse unos “implantes caseros” con una botella que derritió, tomó un soldador caliente y le dio la forma de los dedos, luego cubiertos con pedazos de una chaqueta de cuero. El invento trajo un par de inconvenientes: Iommi no podía sentir las cuerdas y además lo obligaba a ejercer una gran presión sobre ellas, que se unía a la imposiblidad de “doblarlas” por lo que terminaría usando cuerdas de banjo, de calibre mucho más ligero. Más tarde, también comenzó a afinar su guitarra a tonos más bajos, lo que obligó a Geezer Butler a hacer lo mismo con su guitarra bajo. El resultado de todos éstos contratiempos: el sonido pesadísimo que lograron, marca distintiva de Black Sabbath.
Los doctores le habían dicho que no podría volver a tocar ni sentir las cuerdas, pero poco después era uno de los Reyes del Riff del Rock Mundial.